domingo, 18 de marzo de 2012

Víctima cultural

Después de una larga ausencia, por causas de vida, retomo mis breves reflexiones con algo que hoy finalmente me fue regalado al entendimiento. Quizá no entienda todo el fenómeno, sin embargo, creo que es un comienzo y que podría funcionar para cambiar algo dentro y como la mejor manera de entender las ideas es ponerlas en juego, veamos que sucede con esto.

El día de hoy recibí una buena noticia, no es que no supiera, pero hoy se concretó. La pequeñita que llevo dentro, lo que quería era contarle al mundo pero cuando tuve mi primer oportunidad me contuve. Y supongo, casi estoy segura, que no es la primera vez y que no soy la única que lo hace. La pregunta en este caso es ¿por qué? ¿Por qué es más fácil decir todo aquello que nos molesta, que nos duele, que nos tiene conflictuados que aquello que nos causa emoción?

Creo que es bastante complejo. Con esto quiero decir que tiene muchos factores que, tanto en conjunto o por sí mismos generan este resultado. Vamos revisando cada uno de estos factores y veamos que pasa.

El primero que me viene a la mente es que nos preocupa lastimar los sentimientos de alguien. Lo sé, no suena lógico pero es bastante real. Si todos constantemente lo que comunicamos son nuestras desgracias, la imagen que proyectamos es de una persona que sufre, que todo lo malo le pasa, etc. Cada quien conoce su realidad, cada quien sabe que, más allá de esas historias de horror, que habitualmente salen de nuestra boca, hay mucho más, hay ilusiones, momentos felices, etc., que, por supuesto, son invisibles al otro ya que los ocultamos. Entonces, si la imagen que tenemos del otro es de aquel que sufre, no queremos por contraste hacer que su suerte se vea aún peor.

Otro factor puede ser que no queremos despertar envidias en los demás. El factor anterior se entrelaza un poco con este, ya que de lo que nos dicen los demás y lo que conocemos de nosotros mismos, deducimos que estamos en un lugar mejor y no queremos que el otro sienta envidia. En este caso el miedo a la envidia es diferente al miedo a lastimar al otro ya que la envidia es muy poderosa y puede destruir no sólo al que la sufre sino también al que es objeto de la misma, si se llega a convertir en odio. Todos en algún momento hemos padecido ser objeto de envidia y no es nada divertido que tu buena suerte se vea eclipsada por la envidia de alguien más.

También nos preocupa lo que pueden pensar de nosotros los demás. Sí, nos da miedo que piensen que somos unos presumidos, que sólo decimos las cosas para que nos admiren o algo parecido.

También hemos aprendido que a partir de hacernos menos podemos encontrar una conexión con los demás. Si somos como los demás podemos pertenecer y eso es agradable, sentir que los demás nos comprenden que son como nosotros, sacia la necesidad que tenemos de pertenencia.

Así mismo, la necesidad de ser querido (amado) se puede también sentir saciada de esta misma manera. Al parecer relacionamos directamente la compasión con el amor, quizá porque lo natural al ver a alguien que sufre es tratar de consolarlo y el consuelo toma manifestaciones parecidas a las del amor.

Pero como dice Gonzalo Rojas esto es "Trampa, trampa, trampa"* Si analizamos cada una de estas motivaciones vemos que son ilógicas que provienen de una aseveración falsa y que posiblemente sus consecuencias acaben siendo más catastróficas que lo que estamos evitando.

Considerando que sólo conocemos la parte terrible de la historia de la mayoría de las personas, es muy probable que tengan algo mejor a lo que estamos por decir, por lo que no habría porque temer lastimarlos. Y si es alguien cercano, más le valdría alegrarse por nuestra buena fortuna.

Los envidiosos ciertamente abundan pero es fácil saber de quien cuidarse en este sentido y un buen consejo es no hablar de proyectos o buena fortuna que está a punto de suceder. Una vez que ya haya sucedido o que esté sucediendo ya estamos a salvo de los poderes de la envidia, entonces, ya podemos compartir nuestra alegría sin temor a que se nos sale.

Con respecto a lo que piensan los demás, es incontrolable, escapa totalmente a nuestro poder y conocimiento. Por más sobria que hagamos nuestra apariencia, los demás son libres de pensar de nosotros lo que quieran y siempre pueden percibir algo que ni siquiera nosotros conocemos. Recuerdo que en algún momento recibí de unas personas el trato más terrible y no entendía porque, hasta que un día una de estas personas hizo un comentario y me enteré. El comentario era referente a mi figura, y no porque sea algo especial pero supongo que mi postura hace que parezca que me siento extremadamente orgullosa de ella. Resulta que a pesar de mis cuidados por mantener una apariencia seria, discreta y sobria, no pude evitar que alguien pensara que me sentía orgullosa de mi y que de alguna manera presumía mi figura. Total, que piensen lo que quieran, la verdad es que en el fondo si me siento orgullosa de mi y no creo que eso tenga nada de malo. No vale la pena dejar de caminar con paso firme y perder la buena postura y con ello la salud, y mucho menos nuestra sonrisa por lo que puedan pensar los demás, habrá quien te aprecie precisamente por eso que otros detestan (en el fondo envidian).

¿Pertenencia? Habría que saber si realmente esto nos hace pertenecer o en todo caso si realmente queremos pertenecer al grupo de los adoloridos, tristes o amargados. Creo que mejor pertenecer a los que le sonríen a la vida, que toman lo que viene como un regalo y dan mayor importancia a lo bueno que reciben. Y sí, hasta eso que duele tanto es un regalo, de aprendizaje, de cambio, de crecimiento, de vida.

Y efectivamente, las manifestaciones de consuelo se parecen a las del amor, pero sólo se parecen. Esto no significa que no puedan existir al mismo tiempo pero se pueden distinguir unas de otras. Cuando alguien ya nos ama y nos consuela, están presentes ambos, el consuelo que ha surgido del amor, pero cuando no es así, es más probable que éste surja de la lástima, y no creo que sea lo que queremos inspirar en lo demás o ¿si? Quizá sea más sano que busquemos que el amor surja a partir de otros sentimientos, como la admiración, la gratitud, la identificación, etc., porque de la lástima no surge amor, surgen otras cosas, generalmente horribles y denigrantes. Creo que es mejor dejar de lado la tendencia a causar lástima.

De aquí en adelante pienso compartir mi buena fortuna con mis seres queridos porque estoy segura que es más agradable una compañía que comparte lo bueno a una que sólo se queja y guarda las alegrías para disfrutarlas a solas. Además, algo dentro me lo pide a gritos. A partir de hoy haré un trato con esa vocecita sabia y no más reservas, a disfrutar de la vida, a saborear estos grandes momentos y a compartirlos.

*Introducción al poema 'Celular 09-211 9000' en Antología Poética de la colección Voz Viva de América Latina

lunes, 20 de febrero de 2012

Si No Me Devoran las Animas ¿Quien?


Una vez más, sola por el camino y correteada por las ánimas de la noche, busco refugio en este espacio. Muchas veces he dicho que para que algo nuevo comience, algo más ha de morir y ya no quiero ser presa de estas bestias terribles que te tragan entero. Voy a intentar algo nuevo, antes de ser completamente devorada. Voy a intentar darle la vuelta al asunto lo más rápido posible, ¿cómo? No lo sé, quizá funcione buscar esos comienzos, enumerar las ganancias en lugar de las pérdidas. Realmente no sé si funcione, no sé si lo logre, nunca antes he salido de la cueva antes de entrar hasta el fondo, ese camino si que lo tengo bien recorrido, memorizado, pero sabré moverme en una nueva dirección, sabré resolverlo de otra manera.

Me duelen las entrañas, me siento morir, pero ya no tengo tiempo, se me ha agotado. Necesito encontrar el camino corto al resurgimiento, no puedo volverme ceniza por tanto tiempo. Pero tengo tanto miedo de que sean los primeros síntomas de un corazón roto que se va enfriando. Por primera vez tengo miedo de no salir entera de esta. Por primera vez comienzo a ver en mi unas sombras que no estaban, un miedo al otro que nunca conocí, una desesperanza que no reconozco. Cuando menos sé que la ruptura de corazones es como el tiempo, unidireccional. Un corazón no roto no puede salvar a un corazón roto, el amor no es suficiente. Me di la oportunidad de probar y no resultó, espero que las consecuencias no sean devastadoras, espero poder recoger todos los pedacitos y sanar. Esa horrible admiración por los inmutables, este terrible anhelo por que no duela tanto, me están arrastrando, y no sé como detenerlo. Por huir de las tan temidas ánimas me siento desbarrancar. Tantas veces me lo propusieron y tantas veces sonó absurdo pero por desgracia comienza a sonar razonable, comienza a parecer una posibilidad.

Sólo veo dos caminos, dos míseras opciones, o me dejo devorar por las ánimas o huyo de ellas con el riesgo de que al partir se lleven algún pedazo, que deje incompleto mi corazón. La caverna es oscura y el camino doloroso pero sé que al final hay una salida. El otro camino, más transitado por otros, por tentador que parezca en estos momentos de pesar, no parece dar buenos resultados. ¿Y si al final me espera el lobo? Creo que mejor me he de dejar devorar por las animas, una vez más tomar el camino menos transitado que hace toda la diferencia.

Voy, pues, a dialogar de nuevo con los muertos, a morir en vida, a llorar, a soltar, a sanar. Nos vemos al otro lado.