lunes, 20 de febrero de 2012

Si No Me Devoran las Animas ¿Quien?


Una vez más, sola por el camino y correteada por las ánimas de la noche, busco refugio en este espacio. Muchas veces he dicho que para que algo nuevo comience, algo más ha de morir y ya no quiero ser presa de estas bestias terribles que te tragan entero. Voy a intentar algo nuevo, antes de ser completamente devorada. Voy a intentar darle la vuelta al asunto lo más rápido posible, ¿cómo? No lo sé, quizá funcione buscar esos comienzos, enumerar las ganancias en lugar de las pérdidas. Realmente no sé si funcione, no sé si lo logre, nunca antes he salido de la cueva antes de entrar hasta el fondo, ese camino si que lo tengo bien recorrido, memorizado, pero sabré moverme en una nueva dirección, sabré resolverlo de otra manera.

Me duelen las entrañas, me siento morir, pero ya no tengo tiempo, se me ha agotado. Necesito encontrar el camino corto al resurgimiento, no puedo volverme ceniza por tanto tiempo. Pero tengo tanto miedo de que sean los primeros síntomas de un corazón roto que se va enfriando. Por primera vez tengo miedo de no salir entera de esta. Por primera vez comienzo a ver en mi unas sombras que no estaban, un miedo al otro que nunca conocí, una desesperanza que no reconozco. Cuando menos sé que la ruptura de corazones es como el tiempo, unidireccional. Un corazón no roto no puede salvar a un corazón roto, el amor no es suficiente. Me di la oportunidad de probar y no resultó, espero que las consecuencias no sean devastadoras, espero poder recoger todos los pedacitos y sanar. Esa horrible admiración por los inmutables, este terrible anhelo por que no duela tanto, me están arrastrando, y no sé como detenerlo. Por huir de las tan temidas ánimas me siento desbarrancar. Tantas veces me lo propusieron y tantas veces sonó absurdo pero por desgracia comienza a sonar razonable, comienza a parecer una posibilidad.

Sólo veo dos caminos, dos míseras opciones, o me dejo devorar por las ánimas o huyo de ellas con el riesgo de que al partir se lleven algún pedazo, que deje incompleto mi corazón. La caverna es oscura y el camino doloroso pero sé que al final hay una salida. El otro camino, más transitado por otros, por tentador que parezca en estos momentos de pesar, no parece dar buenos resultados. ¿Y si al final me espera el lobo? Creo que mejor me he de dejar devorar por las animas, una vez más tomar el camino menos transitado que hace toda la diferencia.

Voy, pues, a dialogar de nuevo con los muertos, a morir en vida, a llorar, a soltar, a sanar. Nos vemos al otro lado.