miércoles, 10 de febrero de 2016

Cositas Delicadas

Cuando era niña me encantaban las cosas chiquitas, todo aquello que se viera pequeño incluso en la palma de mi manita de cinco años. Por ahí aún existe una pequeña cajita que viene de esa época, en donde guardaba perfectamente acomodados, un diminuto cojín con un sagrado corazón bordado, un burrito miniatura hecho de goma, un dado de plata de 5 mm por lado y una que otra conchita (por supuesto las más pequeñas que había podido encontrar en la playa). Esta cajita de tesoros se quedaba en Acapulco al cuidado de mi abuelita que siempre me mostraba el cajón donde iba a guardar mis "Cositas delicadas". Yo sabía que las siguientes vacaciones iba a volver y encontrar todo tal y como lo había dejado. Y existe en mi una sensación muy extraña cuando recuerdo mi infancia y esos momentos en los que me despedía de mis abuelos, porque, por alguna razón recuerdo poco de lo que sucedía fuera de Acapulco. Es como si lo importante en mi vida sucediera tan sólo ahí, como si esa fuera la vigilia y regresar al DF fuera como volver al mundo de los sueños. Ese mundo del que recuerdas poco y no siempre hace sentido lo que ahí sucede.
Todo esto para decir que esa cajita sigue existiendo como un fetiche que me permite saber lo importantes que son para mi los recuerdos. Ahora esa cajita no sólo contiene las "Cositas delicadas" de mi infancia sino todos los recuerdos que atesoro en mi vida, que se han vuelto mis nuevas "Cositas delicadas". Mi cajita ahora contiene:
La Luna que me regaló mi papá junto con la confianza de saber que no importa que no estemos en el mismo lugar para saber que nos queremos con todo el corazón, nos pensamos y nos acompañamos siempre, con la Luna como nuestro espejo. Sí, mi papá me mostró lo poderoso del amor y que el hecho de saber que esa persona que amas existe es suficiente para hacerte feliz.

La sonrisa y la mirada tierna de mi mamá cuando me veía jugar, junto con el orgullo que se asoma por sus ojos cuando ve mis logros que en ocasiones ni yo misma aprecio. 

La imagen de mi hermano a los tres años, caminando con la fuerza y seguridad de un pequeño tractorcito.

Mamina, caminando por el balcón con unos elegantes tacones blancos y su vestido rojo decorado con pequeñas aves blancas.

Los chocolates de Papepe y su escondite de dulces en el closet.

El aeropuerto de Acapulco que era más como un hangar que en nada se parecía a lo que ahora son los aeropuertos.

Mis pequeños pies de niña en huarachitos blancos sobre el asiento azul de la camioneta de Mamina, mientras recorríamos la escénica para llegar del aeropuerto a la casa.

La voz de mi tío Joaquín en el teléfono, preguntándome si sabía quien era y luego su risa mientras decía "pero que niña tan inteligente" al escuchar que siempre lo reconocía.

Las manos de Daría tan fuertes pero a la vez tan delicadas, recuerdo con toda precisión ver como con la uña le quitaba las mandíbulas a una pobre hormiga que luego ponía sobre mi mano para que pudiera jugar con ella sin ser lastimada.

Los juegos con "la culebra", el juguete de peluche más feo que se le puede regalar a un niño y que a pesar de ello se volvió nuestro predilecto.

La sensación de miedo al nadar junto a la mantaraya dibujada con los mosaicos del fondo de la alberca.

El ritmo del claxon seguido del rechinar de la reja que abría Daría cuando llegaba mi mamá o Mamina del super o Papepe del trabajo.

Cada rincón del techo de la terraza que recorríamos corriendo en nuestra imaginación.

Las sombras de las corcholatas en el fondo de una cubeta llena de agua.
Esta lista es una pequeña porción de los recuerdos que vienen de mi infancia y que aún permanecen en mi cajita de cositas delicadas. A lo largo de los años se ha ido llenando de más recuerdos, momentos felices con mis amigos, lugares recorridos, etapas que ya pasaron, Taxco, la Isla, tanta gente querida, miradas, sonrisas, palabras. Esa cajita guarda tantas cosas que parece increíble que mantenga su tamaño.

Y tú ¿qué guardas en tu cajita de cositas delicadas?