miércoles, 27 de septiembre de 2017

Una vez en la vida

Hace exactamente 32 años y una semana vivimos algo que pensamos sería un evento que sucedería una vez en la vida. En aquel entonces yo tan sólo tenía 7 años pero lo recuerdo todo perfectamente. Fue un suceso que partio el tiempo, dividió la historia y las generaciones. Como niña, sólo guardé algunos recuerdos en forma de imagen, los relatos de mis padres que, como toda la población, se ofrecieron a ayudar y pusieron a disposición de los afectados sus conocimientos, sus manos y lo que necesitaran, el conocimiento de que lo que se cayó fue por corrupción, el miedo cada que la tierra se sacude.
Hace una semana, tras el simulacro de conmemoración, la tierra decidió recordarnos lo que ya habíamos olvidado, decidió regalarle a todas estas generaciones que sólo habían oído de El Temblor como una leyenda, la misma lección que nos dio hace 32 años. La tierra nos recordó por un lado lo vulnerables que somos como especie, como creaturas, lo frágil que es nuestra infraestructura y con ello todo lo que hemos construido y creemos fuerte. Pero sobre todas las cosas nos está demostrando de nuevo lo grandes que somos si nos unimos, lo que podemos lograr si nos apoyamos y nos amamos los unos a los otros. Nos ha mostrado lo que realmente es importante. 
Hoy tras una semana la vida debe continuar pero seguimos queriendo ayudar, seguimos sintiendo que no hemos hecho suficiente. Apenas hoy pude llorar, apenas hoy baje la guardia y mi garganta y mis oidos me duelen como pocas veces. Quizá porque no quiero escuchar que ya no hay más que hacer, y el silencio del teléfono que apenas hace un par de días no dejaba de sonar, los centros de acopio cerrando, la gente retomando sus vidas me lo gritan, pero no quiero escucharlo. Quizá porque quiero gritar y no puedo, que con este amor, con estas ganas, con esta solidaridad debemos defendernos de esta élite de políticos que toman todo mientras se burlan de nosotros. Quiero gritar que debemos seguir así y con la misma fuerza cambiar el rumbo de nuestro país. Somos mayoría los que amamos, los que ayudamos, los que buscamos una mejor vida para todos. Podríamos apoderarnos de nuestro país y desterrar a todo aquel que quiera aprovecharse de nosotros. Somos un país de gente buena y a veces lo olvidamos. Olvidamos al docente que regala su conocimiento solo por el gusto de que alguien lo aprecie, la señora que te sonríe cada mañana mientras barre la banqueta, aquel artesano, dueño de un negocio que te ayudo con un proyecto por muy loco que pareciera, aquel joven que cuida de ti mientras duermes, y tanta gente más que en su día a día hacen lo mejor que pueden, dan lo mejor de ellos.
Si, el temblor nos mostró quiénes somos. A través de los valientes que se metieron en los escombros a buscar supervivientes. A través de los jóvenes que echaron mano de la tecnología para organizarse y ayudar a todas las comunidades afectadas. A través de las chicas que prepararon alimentos para aquellos que estaban olvidando comer por ayudar. A través de todos aquellos que donaron lo mucho o lo poco que pudieron. A través de todos los que dedicaron su tiempo a ayudar aun con las tareas más simples que eran las que se necesitaban. A través de tantas manos que cargaron piedra por piedra.
Hoy no puedo dejar de llorar. Lloro porque me llenan de dolor las personas que están sufriendo, algunas perdieron un ser querido, algunas su casa, algunas su trabajo, algunas todo. Y eso duele, duele pensar que con el trabajo que aquí cuesta lograr algo, lo que sea, en un instante perdieron eso y más. Lloro de miedo y agotamiento, porque como todos no duermo y cada sonido, cada vibración, cada mareo, me ponen en alerta. Lloro por impotencia, porque lo poco que he podido hacer no cambia que la gente sigue sufriendo. Lloro de rabia porque ni en momentos asi los politicos dejan de lado sus intereses partidistas y corroboran que no son como nosotros, que no les importa, que sólo están ahí para sacar provecho. Lloro de decepción ante el robo de bicis y motos que estaban ayudando a la gente. Pero también lloro porque estoy conmovida por lo que está sucediendo entre las personas, cada muestra de cariño, cada historia, cada canción entonada por la gente para darse ánimos y fuerza para seguir ayudando.
Espero que esta vez no lo olvidemos y que trascienda.
Como siempre algo se atoró en mis pensamientos. Por mi mente no deja de resonar este poema de José Emilio Pacheco

Alta Traición 
No amo a mi Patria. Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, cierta gente,
puertos, bosques de pinos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris monstruosa,
montañas
(y tres o cuatro ríos).