lunes, 26 de enero de 2015

Del análisis a la obsesión, de la obsesión a la locura

Que ¿cómo llegue a rozar la locura? 
Resulta que salí un par de meses con un chico, parecía un gran hombre, todo lo que podía desear, me trataba bien, me apoyaba, era inteligente, bueno, espiritual, guapo, y todo lo demás. Todo iba viento en popa, y de repente de la nada, desaparece. ¿Pretexto? Mi papá está enfermo. ¿Qué? ¿Cómo? Bueno, cada quien reacciona diferente a los problemas, respetemos su privacidad. Luego mensajes, claves de estoy bien, algunas insinuaciones de que sigue ahi. Finalmente la nada, desapareció por completo. 
Por quince días mi mente estuvo en frenesí tratando de comprender, tratando de armar lo inarmable, buscando sentido en el sinsentido. Analizando cada palabra, cada gesto, cada tono, cada momento, haciendo líneas de tiempo, buscando conexiones, uniendo información, encontrando patrones. En poco tiempo mi cabeza parecía el refugio de un esquizofrénico en pleno delirio, imágenes por todos lados, palabras, notas, hilos de unión de distintos colores y las ventanas completamente cerradas y tapiadas para que nada pudiera entrar y distraer tan profundo e importante análisis.
De repente nueva información, una idea más, un choque. "Jugaron contigo"- "No puede ser, no coincide, pero la información....." Una explosión, el dolor, el miedo, la vergüenza. "Necesito salir, necesito retomar, necesito algo que me levante, que me reanime. Voy a dibujar al zoológico, eso lo disfrutaba mucho, hace mucho que no hago lo que me gusta. Decidido, voy a dibujar al zoológico" Con esta decisión y la convicción de que era lo mejor para mi en ese momento, tomé mi cuaderno de dibujo, empolvado de años, mis carboncillos, mis llaves y salí caminando por la puerta de mi casa. Caminé todavía tratando de mover toda esa maraña de pensamientos, tratando de hacer sentido de tanta confusión, pregunté por el camión que siempre me había llevado al zoológico. "No hay tal camión" claro un enigma más "¿De verdad existió ese camión alguna vez?" Ese fue el momento en que todo se resquebrajó. Mi mente completamente en blanco, lo sonidos se fueron alejando poco a poco, nada hacía sentido a mi alrededor y por alguna razón ya no sentía nada, ni dolor, ni pesar, ni pena, nada, sólo caminaba en el sentido que me había impuesto. Estaba atrapada en la prolongación del momento en el que tu cerebro comienza a desconectarse para dormir. En ese estado caminé desde la Glorieta de San Jerónimo hasta la estación del metro Barranca del Muerto. Tengo la impresión de que incluso atravesé un pleito callejero, pero como dice Sabines "Yo no lo sé de cierto". Seguí a la gente en el metro en el mismo estado de trance, todo parecía tan ajeno, tan distante, no sé que fuerza y que lógica dirigían mis pasos. Correspondencia y todo llegué a Chapultepec, tomé una botella de agua y ofrecí una moneda a la que atendía el puesto y seguí mi camino, viendo sin ver, escuchando el llamado de los modelos. Me pare unos momentos en mi tan querido kiosco, lo dibujé, dibujé detalles, dialogué con él, con el papel y el carboncillo, al principio con esa timidez de cuando te reúnes después de un largo tiempo y después fui retomando la confianza. Seguí mi camino, en pleno fin de semana Chapultepec aparecía vacío, desierto ante mis ojos. En esa soledad imaginaria me senté en el piso como niña a dibujar unas flores. Seguí caminando, observando los árboles, los letreros, tratando de reconocer. Escuche música, flautas? violines? y la seguí, nuevamente sentada en el piso dibujé lo que tenía enfrente pero ahora dejando que la música impusiera en mi su voluntad. De repente ruido, voces, se interrumpió la música y me fui. Llegué al zoológico, entré y comencé a recorrer, cada que algo llamaba mi atención me acercaba y lo dibujaba, siempre los felinos son sujetos interesantes con una belleza digna de registrarse. Igualmente los monos con sus juegos, curiosidad y similitud con nosotros aportan mucho al dialogo con el papel. Recuerdo un changuito que decidió asomarse a ver mi cuaderno cuando me senté junto al vidrio, en mi mente ese momento tiene la misma sensación mágica de las fantasias infantiles, pero ahí estuvo, está registrado en mi cuaderno. Finalmente busqué la salida que es parte del recorrido del zoológico, y seguí dibujando, hubo un momento en el que me sentí desorientada, no sabía de donde venía ni a donde iba y volteando a todos lados para entender sentí un mareo, me recargué un momento y seguí adelante por el primer camino que me llamó. Salí del zoológico y entré en la casa del lago, dado el evento de desorientación anterior decidí descansar un momento, reconocí el árbol donde alguna vez estuvo mi pieza y sentada en el piso me recargué en él. Debo haberme dormido porque cuando me di cuenta todas las puertas estaban cerradas. ¡Estaba atrapada! Rejas, cadenas, candados. ¿Y ahora? me senté en el foro un momento, si iba a pasar la noche en un lugar así más valía buscar refugio, busque en la parte de atrás del escenario una cortina, una tela algo para protegerme del viento frío que ya soplaba. Nada. Me volví a sentar en el foro ya con lagrimas en los ojos, estaba sola, atrapada y asustada. De repente de no sé donde se acercó una mujer para decirme que ya habían cerrado. ¿No me digas? Le dije que si, que me habían encerrado ahí, que no había salida. Varias veces me preguntó con quien venía y si sabía donde vivía. Sólo Dios y esa pobre mujer de vigilancia saben en que estado estaba. Me llevó a la salida y me indicó un sendero por el bosque que me llevaría al metro. Efectivamente salí a lo que ahora intuyo era Reforma, las fotos en las rejas atraparon mi atención pero como no encontraba el metro crucé la calle y cuando me di cuenta ya estaba perdida entre edificios. Sólo por momentos tenía la lucidez de buscar el nombre de las calles pero el destino las había borrado, letreros caídos o inexistentes, borrados, manchados. La noche ya se había apoderado de las calles. No sabía donde estaba pero seguí caminando, de repente un Superama, esto es conocido y enfrente de mi el letrero "Homero". "Claro estoy en Polanco" el mundo comenzó a regresar, todavía asustada y medio atarantada caminé un poco más hasta casa de mi amigo Alfredo que por suerte estuvo ahi. Me sostuvo en sus brazos tratando de consolarme, me llevó a lavarme las manos llenas de carboncillo, avisó en mi casa que estaba bien y finalmente me llevó a casa. 
Siempre me han gustado los rompecabezas, no es novedad, todo lo que requiera de un esfuerzo para ser resuelto es como una bolsa de caramelos listos para ser desenvueltos y disfrutados uno por uno. Pero este gusto por los enigmas puede ser un poco peligroso en algunas situaciones. Hay cosas que parecen rompecabezas pero que no deben ser resueltas, ahora lo sé, hay cosas que se deben dejar como están o te pueden literalmente romper la cabeza aunque sea temporalmente. Todavía me duelen los pies y las piernas de ese paseo por lo locura. Pero ya de regreso en la realidad, hay mucho por hacer. 
Retomando el curso, acomodando brújulas, revisando el viento, virando hacia la dirección correcta, a seguir el viaje tras un pequeño desvío por el camino. 

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